La Alcazaba es una enorme fortaleza muy bien conservada. Fue construida por Abderramán III en el s. X, la engrandeció Almanzor y la perfeccionó El Jairán, primer rey independiente de Almería. Posteriormente, fue ampliada con un bello palacio por los Reyes Católicos en el s. XVI, que tras la conquista de la ciudad levantaron un alcázar cristiano. El terremoto de 1522 la arruinó en gran parte.
La Alcazaba, principal enclave del sistema defensivo de la Almería islámica, se sitúa sobre un cerro rocoso de 75 metros de altura, y se encuentra aislada por el Norte mediante el barranco de la Hoya Vieja, por el Este a través de la Rambla de Gormán y de la Rambla de la Chanca por el Oeste, para descender hacia el mar por el Sur, donde se situaba la Medina. De origen ibérico y romano, es en época musulmana cuando ve crecer su importancia, primero con Abderramán III, en 995, para continuar con la dinastía de los Banu Somahdi, y especialmente con Al Muctasim. En época nazarí, cumplió un papel meramente defensivo, construyéndose en 1.489 una fortaleza, bajo el poder de los Reyes Católicos. Campañas muy posteriores de excavación han revelado restos de los siglos X, XI, XIV, XV y XVI. El cinturón murado que circunda la cumbre de la colina, abarca tres recintos que se extienden paralelamente al mar, en dirección Este-Oeste.
Tiene tres recintos, todos ellos de almenadas murallas y cuadradas torres, excepto en la parte más elevada, correspondiente a la reconstrucción cristiana.
El primero contendría un campamento militar y estaría reservado a refugiar a la población cuando fuese necesario. Por ello consta de un aljibe, un pozo y una fuente; el segundo albergaría la ciudad palaciega, construida por Al-Mutasim (rey de Almería entre 1051 y 1091), en él había una mezquita, la residencia del gobernante y un aljibe muy bien conservado, el más antiguo de la Alcazaba construido en época Califal (S. X); por último, la construcción del tercer recinto fue emprendida por los Reyes Católicos tras la toma de Almería y concluida durante el reinado de Carlos I (1490-1534), siendo este un castillo cristiano que apuntaba ya los rasgos del incipiente Renacimiento español.